Mi tocaya porno

No sé si es por ego. Una vez leí por ahí –seguramente eran palabras de algún gurú de Internet y la web 2.0– que si uno no está en Google, no existe. Así que tengo la costumbre de googlearme cada tanto, ver qué se dice de mí, qué comenta la gente en los foros sobre mis notas periodísticas. Quizás sea un ejercicio de identidad y reafirmación, algo así como verse en un espejo, pero en el mundo virtual. Sí existo, estoy ahí, en esa firma que encabeza reportajes que ojalá la gente haya leído.

Voy a la pestaña de imágenes y me veo en dos gráficas. Paranoias mediante. Las fotos son de perfil (it’s not a big deal). Mis notas copiadas y pegadas en otras páginas. Dos o tres usuarios de Twitter que tienen mi mismo nombre y apellido.

Hay una tenista boliviana que se llama como yo (que parece que es campeona), una funcionaria del Ministerio de Ambiente de Colombia, una presentadora de televisión mexicana y… ¡oh, sorpresa! Tengo una tocaya -mismo nombre, mismo apellido- en San Félix, estado Bolívar. Sus fotos  aparecen en la página Castin.porno-venezuela (así, casting sin g y no les doy la dirección completa porque tampoco le voy a hacer publicidad). Es una muchacha delgada, trigueña, de cabello ondulado, tetas operadas y nalgas normalazas. Fue una sesión: de espaldas, en cuatro, con las piernas abiertas y el clítoris apuntando a la cámara. Es incómodo ver en esas a alguien que anda caminando por la calle con tu mismo nombre y apellido. (Pienso en historias cortazarianas).

El site es un blog rudimentario, con faltas de ortografía y un desorden que abruma. Y ni falta que hace el buen uso de la lengua. O sí. Se alimenta de fotos porno –que mandan o a las que accede el administrador, vaya usted a saber– de cualquier hija de vecina. Muchachas, sencillas por la pinta (lo deduzco pese a la poca ropa que llevan), que se hacen fotos en baños y habitaciones. Los cuartos merecen que me detenga: en algunas de las fotos se ve que las paredes están hechas con tablas que en sus uniones dejan colar la luz y los adornos de las mesas de noche no dejan mucho espacio para las dudas. Son fotos tomadas en ranchos. Hay otras, claro, de unas catiras operadotas que están tocándose en el jacuzzi de una habitación de hotel. Pero la mayoría son de muchachitas en camas con sábanas de poliéster y cuartos con paredes de madera y hojalata. ¿Cómo accede el administrador a esas fotos? No sé, pero me imagino que algo de ilegal debe haber en esto. A la que se llama igual que yo, le coloca que es de San Félix, estado Bolívar; a otra le pone que estudia en la Unefa. Otra vive en La Castellana, en Caracas. ¿Por qué ponen de dónde son? En la página no se dan sus emails ni sus teléfonos, me parece que no están ofreciendo ningún servicio sexual. Quizás se sacaron esas fotos con sus novios y resulta que terminaron rodando en la web. Puede ser cualquier cosa. Ojalá alguna de ellas tenga la misma curiosidad que yo por googlearse y se dé cuenta de que media humanidad les conoce el trasero.

Trato de ponerme en el lugar de mi tocaya porno, sentada frente a la computadora, googleándose y ¡oh, sorpresa! En Caracas hay una con su mismo nombre y apellido escribiendo en un periódico, escribiendo este post.

4 comentarios

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4 Respuestas a “Mi tocaya porno

  1. Yo también tengo tocaya porno. O hay muchas o tenemos una extraña suerte. En el caso de mi googleada, la búsqueda fotográfica es mucho más perturbadora que la de textos :S

  2. Por tu culpa lo hice. Y menos mal que me fue mejor. La mia es modelo y está bien chevere jaja. http://venezuela.modelsoftheworld.com/book/CSUG/Gabriela_Rojas

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